Análisis de propuestas presidenciales (IV): algunas proyecciones programáticas anticapitalistas con Roxana Miranda

Análisis de propuestas presidenciales (IV): algunas proyecciones programáticas anticapitalistas con Roxana Miranda

Por Sebastián Osorio
Miembro CIPSTRA

 

 

(Esta es la IV columna de análisis sobre los elementos programáticos de los candidatos presidenciales en torno a temas laborales. Aunque las elecciones estén encima o hayan pasado, no es un ejercicio ocioso revisar las propuestas de Roxana Miranda en la medida que ofrecen elementos interesantes para contribuir a la discusión de un programa de los trabajadores desde la izquierda anticapitalista. El programa de Michelle Bachelet será revisado después de las elecciones del 17, ya que probablemente la candidata gane en primera vuelta o por lo menos pase a segunda vuelta.)

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La candidatura presidencial de Roxana Miranda es sin duda una novedad en el escenario electoral. Es a todas luces la primera vez en la historia de Chile que postula al Ejecutivo un candidato surgido directamente de las luchas sociales y de un nivel socioeconómico inequívocamente popular, parte de los sectores más explotados, desplazados y sobrantes para el capital en el modelo neoliberal.

Pero la novedad no se da sólo en el plano de la figura de Miranda, sino que también se puede encontrar en diversos aspectos del programa, que introduce sus propuestas apuntando a la generación de un proyecto no capitalista para el país, criticando de antemano las tres alternativas que desde su perspectiva no cambian los pilares del capitalismo neoliberal chileno: en primer lugar, la “reforma tributaria”, por dejar intacta la estructura del IVA que grava a los sectores más humildes y no altera las formas estructurales de reproducción de la desigualdad que se dan en la forma actual de la organización de la economía; en segundo lugar, la propuesta de nacionalización de los recursos naturales desde una perspectiva de derechos, ya que los derechos también los puede ofrecer el neoliberalismo y esto no altera las bases de la acumulación neoliberal; y en tercer lugar, se plantea una crítica -bastante liviana- a la planificación central de la economía, por supuestamente engendrar una nueva contradicción de clase entre los trabajadores y una burocracia que se apropiaría de la plusvalía generada por los primeros, conduciendo a un capitalismo de Estado que no tendría ningún mérito sobre el neoliberalismo.

«el ‘control
obrero’ ofrece
relaciones
sociales en el
mundo del
trabajo que
permiten
mostrar en la
práctica la
posibilidad de
erradicar el
paradigma de
la necesidad
de gerentes y
empresarios
que se
enriquecen a
costa de
dirigir el
trabajo de
otros. Pero
también trae
consigo
desafíos,
especialmente
cuando viene
de la mano de
un rechazo a
algún tipo de
planificación
centralizada»

Desde este diagnóstico, su proyecto para superar el capitalismo tiene al menos tres puntos directamente relacionados con materias laborales: a) el desarrollo de una economía autogestionaria y solidaria; b) el control popular del proceso productivo; y c) una reorganización del orden laboral.

a) El primer aspecto consiste en el planteamiento de un modelo de autogestión como una forma “no capitalista del trabajo”, no orientado a la generación de plusvalía y ganancia sino que a la demanda o necesidad de cada área productiva. Esto se opondría también a la lógica de los “programas estatales”, por postular lógicas de planificación y ejecución propias, y a la de los “emprendimientos” que suponen una ganancia o lucro por parte de los involucrados: la propuesta se encaminaría fundamentalmente como una acción de comunidades organizadas y no de individuos. Atendiendo a estas diferencias, se propone un gobierno que transite desde una economía del emprendimiento, a una basada en proyectos autogestionarios mediante subsecretarías de apoyo y fondos públicos (subsidios incluidos), además de estímulos tributarios (que son, en definitiva, otra forma de subsidios).

b) El segundo aspecto, se trata de un intento de cambiar el paradigma de la organización social del trabajo mediante lo que en la tradición de izquierda se conoce como “control obrero”, aunque con ciertas características particulares. El foco está puesto en la participación de actores sociales del territorio en “la administración y reparto de utilidades de todas las unidades económico-productivas”, apuntando a romper con la relación de subordinación de los trabajadores al patrón. Se planea llevar a cabo esta propuesta mediante la creación gradual de “asambleas directivas populares” compuestas por trabajadores y voceros de las organizaciones sociales en torno a cada entidad productiva, comenzando por una transición en los sectores de “interés estratégico de la economía nacional”, que se ampliaría luego al agro y sucesivamente a otras ramas de la producción.

c) Respecto al tercer elemento, sobre la reorganización del orden laboral, lo central es impulsar la transformación del trabajo entendido como una mercancía utilizada para acumular, hacia una actividad que sea fuente de creación de riqueza social, realización personal y colectiva de los trabajadores. Para ello, a nivel de derecho individual se propone la eliminación de la subcontratación, reconociendo la figura de “holding” como una única persona jurídica, promoviendo así la negociación interempresa, y forzar el cumplimiento de las obligaciones por parte del empresariado, incluyendo el pago de imposiciones, las gratificaciones y otras materias que comúnmente evaden. A nivel de derechos colectivos, y asumiendo la importancia de la tarea de la reorganización de la clase trabajadora, se propone la reforma del Código Laboral para consagrar el derecho a huelga, la sanción efectiva de las prácticas antisindicales, la elección popular del cargo de Director de la Dirección del Trabajo asumiendo su rol político, y la facilitación por parte de los empresarios de los antecedentes indispensables para que los sindicatos puedan negociar colectivamente su situación.

«Porque a pesar
de que algunas
de sus propuestas
pueden llevarse
hoy a la práctica
por la vía de los
hechos, la
correlación de
fuerzas está
lejos de
permitir una
generalización
de éstas desde
la iniciativa de
los trabajadores
mismos. Pero el
programa es
capaz de
insinuar
objetivos de
largo plazo»

Las propuestas en sí mismas, al igual que las de los otros candidatos de izquierda, son valorables y, especialmente en este caso, creativas en la medida que abordan horizontes de organización social que van más allá de las reformas al neoliberalismo (igualmente necesarias en cualquier caso). Por lo mismo, al tratarse de aspectos sustantivos a la hora de pensar un futuro postcapitalista, ameritan una breve revisión crítica.

Sobre la propuesta de reorganizar el trabajo a través de la autogestión, se trata en principio de una buena idea y sería positivo un mayor desarrollo y debate en dicha línea. El tema crítico en esta idea es que si las unidades productivas autogestionadas son en la práctica cooperativas pequeñas y menos intensivas en capital fijo que la media (asumiendo un mercado mundial capitalista), su funcionamiento será poco “eficiente” socialmente hablando debido a que alternativas “capitalistas” podrán producir lo mismo a un menor precio, llevando a la necesidad de subsidios estatales que pueden degenerar en un sistema que financia crónicamente proyectos inviables a largo plazo, es decir, que realmente no son una alternativa para una sociedad radicalmente diferente. En Argentina y en Venezuela hay varios ejemplos de esta desviación.

En segundo término, el control obrero ofrece relaciones sociales en el mundo del trabajo que permiten mostrar en la práctica la posibilidad de erradicar el paradigma de la necesidad de gerentes y empresarios que se enriquecen a costa de dirigir el trabajo de otros. Pero también trae consigo desafíos, especialmente cuando viene de la mano de un rechazo a algún tipo de planificación centralizada, ya que el control y la retención de las ganancias por parte de los trabajadores de cada unidad productiva, llevaría a beneficios desiguales en ellas según su nivel de eficiencia relativo, por lo que surge la problemática de distribuir la riqueza generada igualitariamente si se espera pasar de un anticapitalismo a la construcción de un proyecto socialista genuino.

Además de esto, resulta sumamente interesante que el programa de Roxana Miranda se ponga como premisa revertir el débil nivel de organización de la clase trabajadora, y que para ello se esbocen propuestas como considerar a un holding como una empresa, lo que proporcionaría las condiciones de posibilidad para negociar incluso a nivel de encadenamientos productivos, o la elección popular del Director de la Dirección del Trabajo, asumiendo el papel político que desempeña y que puede impulsar esta figura.

En suma, en el programa de la candidata hay ciertos contenidos, si bien bastante generales, que incitan a una discusión más de largo aliento sobre las perspectivas que se puede plantear el movimiento obrero para hacerse cargo de materializar un proyecto de sociedad que supere la decadencia del capitalismo. También nos lleva a constatar la pobreza de este tipo de debates en la izquierda, que muchas veces antes de pensar formas creativas para dar saltos políticos en la lucha por la igualdad, la solidaridad  y la justicia, se remite a reproducir con diferente lenguaje viejas consignas que resultan impotentes ante el peso de la realidad.

A pesar de estos aspectos positivos, desde un punto de vista más general, cabe tomar en cuenta que la candidatura del partido Igualdad no está pensada para ganar y llevar a la práctica este programa en lo inmediato. La apuesta política que sustenta a Roxana Miranda se orienta más a agitar y enarbolar ciertas banderas de lucha para un futuro próximo, que al igual que las otras candidaturas carece de una hoja de ruta que permita desde el ahora, asumiendo la condición actual de los trabajadores de Chile, comenzar a transformarlo todo. Porque a pesar de que algunas de sus propuestas pueden llevarse hoy a la práctica por la vía de los hechos, la correlación de fuerzas está lejos de permitir una generalización de éstas desde la iniciativa de los trabajadores mismos. Pero el programa es capaz de insinuar objetivos de largo plazo. Como tal, tiene aciertos que bien harían de incorporarse al seno de las demandas y formas de construcción propias del movimiento obrero, complementándose con tantas otras que a la larga probablemente constituirán el núcleo del programa de una clase dispuesta a todo por tomar la historia en sus manos.