Riqueza, Desigualdad y Explotación: el orgullo de tener 14 multimillonarios

Riqueza, Desigualdad y Explotación: el orgullo de tener 14 mutimillonarios chilensis

Por Fernando baeza
Miembro CIPSTRA

 

Durante los primeros días de marzo, la tradicional revista norteamericana Forbes publicó su ranking anual de los billonarios más poderosos del mundo[1], noticia que orgullosamente publicó El Mercurio destacando el histórico hecho de que 14 chilenos aparecieran en el listado que incluye a las familias Luksic, Matte, Angelini y Solari más Álvaro Saieh, Luis Enrique Yarur, Horst Paulmann y  Sebastián Piñera.

Revisando el listado mundial de fortunas (individuales y de empresas), destaca la fuerte participación de economías emergentes que han adoptado ortodoxamente las políticas neoliberales durante las últimas décadas: Rusia, India, México y en menor medida el propio Chile y Colombia, han aumentado el número de multimillonarios desde que el derrumbe del muro marcara “oficialmente” el inicio de una era de incontrarrestable dominio capitalista.

La otra cara de la moneda está representada por las calles de estos mismos países, atestadas de rabia y descontento producto de la indignante situación: mientras las grandes familias, sin mover un dedo siguen enriqueciéndose a manos llenas, la por muchos anhelada movilidad social es un chiste de mal gusto, los derechos otrora garantizados se desvanecen y la precarización laboral se instala como la nueva normalidad.

«Pero, a pesar de
parecer tan evidente,
es muy poco probable
que la explotación y
la precariedad del
trabajo tomen
relevancia política.
Hoy no es auspicioso
el futuro en estas
materias para el
2013, pero es
fundamental avanzar
hacia un discurso
que evidencie la
explotación que hay
detrás de la
desigualdad, de modo
que se ataque al
centro del
capitalismo y no
sólo a sus contornos
reformables»

Las demandas por educación, salud, vivienda y seguridad social que abundan en nuestra América tienen como telón de fondo en todos los casos la desigualdad, ese abismo que recuerda que la democracia y el progreso son siempre parciales y siempre mezquinos: valga recordar que desde que asumiera la Concertación, Chile ha sido uno de los países de la región con menos avances en materia de desigualdad, y que la brecha entre ricos y pobres vuelve a intensificarse tras la crisis, registrando el decil más rico ingresos 13,3 veces superiores al decil más pobre[2]. Ni pensar en la relación entre un trabajador y el dueño de su empresa: en 2010, los trabajadores del Citibank (fusionado con Banco de Chile, propiedad de la familia Luksic) estuvieron 22 días en huelga logrando un aumento del 20% de sus sueldos que eran de $350.000 mensuales, mientras que ese mismo semestre el banco registraba utilidades por 378 mil millones de pesos[3]. Hoy más que nunca se sufre lo que fuera planteado por Harvey y Anderson (entre otros) de que la desigualdad es un objetivo intencionado y no un efecto inesperado del neoliberalismo.

Desigualdad y riqueza son inversamente dependientes: el aumento de la riqueza de algunos es consecuencia de la “pauperización relativa” de otros. Es, qué duda cabe, la explotación el fenómeno subyacente a cualquier reclamo de injusticia e inequidad. El corazón del capitalismo y el objetivo que ha perseguido cuanta reforma económica se ha realizado en Chile durante estos larguísimos 40 años queda así al centro del análisis. Si observamos rápidamente los rubros donde se han concentrado los “imperios económicos” nacionales, destacan la minería, el sector forestal, los bancos y el retail, a los que podría agregarse la propiedad de los principales medios de comunicación del país que cumplen la función ideológica del modelo, completando en unas pocas manos el circuito completo de valorización de la riqueza construida a base de explotación indiscriminada de los recursos naturales, salarios y condiciones miserables de los trabajadores y sus familias, y usura en el sistema financiero -sólo un 41,5% de los trabajadores se encuentra con empleo protegido[4], más de la mitad de los hogares viven mensualmente con menos de $300.000 y el quintil más pobre se encuentra endeudado por un 171% de sus ingresos reales[5].

No es necesario entender de teoría social o económica para comprender que parte del producto del trabajo se va a las manos de quien no hizo nada para merecerlo (muchas veces ni siquiera invertir en un sector productivo). Tampoco hay que ser particularmente crítico para sentirse asqueado por la desigualdad que atraviesa prácticamente todo lo que nos pasa como sociedad. Sin embargo, la impotencia que saca a cientos de miles de la rutina a la protesta -la desigualdad-, políticamente sigue estando desconectada de la realidad más profunda que es la explotación del trabajo, reluciendo así más el síntoma que la enfermedad. De esta forma, los valores que consagran al trabajo como un deber y al empresario como un emprendedor virtuoso e imprescindible no se ven cuestionados, fundamentalmente gracias a la ilusión de progreso proyectada por el consumo y la propaganda ideológica de los medios de comunicación (recuérdese que malls, bancos, diarios y canales de televisión son propiedades de estas familias), ilusión que al menos por ahora alcanza para consolar a pueblos estafados.

«El trabajo es el
fenómeno central
de la sociedad,
no sólo desde el
punto de vista
analítico (para
comprender la
sociedad), sino
sobre todo
político (para
transformarla)»

Es probable que en la edición 2014 del listado publicado por Forbes observemos al menos uno de los siguientes fenómenos: que aumente el número de multimillonarios chilenos, o que los ya presentes suban en el ranking gracias a la constante concentración y centralización del capital. Es probable también que los movimientos sociales aprovechen la efervescencia electoral para volver a alzar la voz en las calles y a través de cuanto medio o red social sea posible. Pero, a pesar de parecer tan evidente, es muy poco probable que la explotación y la precariedad del trabajo tomen relevancia política. Hoy no es auspicioso el futuro en estas materias para el 2013, pero es fundamental avanzar hacia un discurso que evidencie la explotación que hay detrás de la desigualdad, de modo que se ataque al centro del capitalismo y no sólo a sus contornos reformables.

Asumimos entonces, como también se comentó en una columna anterior[6] que el trabajo es el fenómeno central de la sociedad, no sólo desde el punto de vista analítico (para comprender la sociedad), sino sobre todo político (para transformarla) y es por esta razón que como Centro de Investigación hemos decidido focalizar todos nuestros esfuerzos en el estudio y la difusión de estos problemas, en cuya solución ciframos nuestras esperanzas y vislumbramos las bases de la nueva sociedad.

NOTAS

[1] http://www.forbes.com/billionaires/

[2] http://www.ine.cl/canales/chile_estadistico/mercado_del_trabajo/nene/nesi/nesi.php

[3] http://www.elciudadano.cl/2011/08/17/39655/una-huelga-que-no-sale-en-la-television/

[4] http://www.fundacionsol.cl/wp-content/uploads/2013/03/Minuta-Empleo-NDE-12.pdf

[5] http://www.elobservatodo.cl/noticia/economia/los-responsables-del-sobreendeudamiento-de-la-clase-media-en-chile

[6] https://cipstra.cl/webantigua/sobre-la-centralidad-del-trabajo-y-el-panorama-intelectual-del-chile-neoliberal/#more-78