Radiografía del estudiante trabajador

Por CIPSTRA y La Revuelta[1]

 

CIPSTRA y La Revuelta, organización que busca promover la participación política de los estudiantes de educación superior, hemos preparado en conjunto el material que aquí se presenta, publicado en formato de «fanzine» en la víspera del 1° de mayo.

Estudiar es difícil, todos lo sabemos. Trabajar también lo es. Y ¿estudiar y trabajar?

Estudiar en la educación superior es complejo y es caro, hay que matricularse, pagarse el arancel, comprar materiales, las fotocopias, intentar sobornar a los profes, entre otros. Además hay que contar el carrete, el pololeo, incluso en la correspondiente colaboración al presupuesto del hogar. Por eso los estudiantes que trabajan son una figura que cada vez vemos más en la fauna de los barrios universitarios y en el país en general. Por este motivo, en un trabajo en conjunto de La Revuelta y el CIPSTRA (Centro Político Social del Trabajo) hemos realizado una radiografía para saber ¿quiénes son los estudiantes-trabajadores? ¿cuántos son? ¿de dónde vienen? y ¿para dónde van?

Según la Encuesta Nacional de Juventud del 2013, los jóvenes que estudian y trabajan son 340 mil, y entre los años 2006 y 2012 hubo un aumento de 156 mil jóvenes, algo así como un 84%. Sí, es harto. Pero como en la vida, no todos son iguales y existen diferencias. Por ejemplo,  el 58% son hombres y el 42% mujeres, la edad promedio es de 23 años (Encuesta Nacional de Juventud, 2013) y entre las personas que tienen 18 y 23 años, un 8% dice estudiar y trabajar, y un 2,4 % estudiar y buscar pega (CASEN, 2011).

Pero ¿por qué estudian y trabajan? Los principales motivos son para solventar gastos personales (49%), pagar el arancel de la carrera (16%) y ayudar en gastos del hogar; sobre todo si tienen hijos (12%) (INJUV, 2009). Si profundizamos en la forma en que los estudiantes trabajadores financian sus estudios vemos que la mitad (50%) lo hace con su propio trabajo, un 30% lo hace con la ayuda de sus padres y tan sólo un 20% con el Crédito con Aval del Estado.

La Revuelta 1

Al seguir investigando e intentar caracterizar a los jóvenes que cumplen estas dos labores, hay que distinguir las familias de donde provienen. De los estudiantes trabajadores, cerca del 70% pertenece a los llamados “sectores medios” (C2 y C3) y 20% aproximadamente a los hogares más pobres, mientras que del grupo con más plata (ABC1) alrededor del 10% hace ambas cosas (Encuesta Nacional de la Juventud, 2009). También podemos destacar que los estudiantes trabajadores que vienen de familias de nivel socioeconómico medio y bajo tienen trabajo estable (53% del NSE medio, 56% del NSE bajo), mientras que los pocos chicos ABC1 que trabajan lo hacen en pegas esporádicas.

Además, casi la mitad (46%) de estos jóvenes pasaron por colegios municipales, y la otra mitad (41%) provienen de colegios subvencionados, mientras que muy pocos son de colegios particulares pagados (13%). Esto tiene concordancia con el carácter segregador y discriminador de la sociedad chilena y de su sistema educativo.

Por otro lado, el panorama no es parejo para todos los establecimientos de educación superior. En donde más se encuentran es en Institutos Profesionales, donde 47% de los estudiantes trabajan. Después vienen los Centros de Formación Técnica (CFT), con un 31% de jóvenes que hacen ambas actividades. Y finalmente en las universidades, en donde hay un 26% de ellos.

La mayor parte de los estudiantes-trabajadores estudia en CFT e IP, instituciones de las cuales muchas no aseguran tener los estándares de calidad que dicen tener. De esa forma, muchos egresados se encuentran con un mundo laboral hostil en donde no les pagarán según lo que invirtieron en su formación, y en donde las condiciones laborales tampoco serán de las mejores. Además como sabemos, en Chile se tiene una mejor imagen de los profesionales universitarios, por lo que se les paga más y tienen peores condiciones de trabajo. Pero eso ni siquiera es tan cierto, depende de la carrera y de la universidad en donde estudiaste. En ese caso, también hay universitarios que terminan trabajando en cualquier cosa, o recibiendo sueldos bajos. Aquí, muy pocos se salvan, señores.

«Los jóvenes que venden
cafés más caros que una
hora de su trabajo o los
empaquetadores que pagan
por poder trabajar son
los mismos compañeros de
carrera que corren para
llegar a la hora y sentarse
a tomar apuntes, esperando
titularse luego para no
enfrentarse nuevamente a
esas indignas condiciones»

Pese a todas estas diferencias entre los jóvenes que estudian y trabajan, hay algo que es igual para todos. Nos referimos a la precariedad laboral. Muchos jóvenes no tienen contrato, lo que implica que tampoco tienen protección laboral y social, como previsión de salud o seguro de accidentes. En entrevistas realizadas por el INJUV, muchos confiesan que es común que los jefes no respeten los acuerdos del horario de trabajo, que no paguen las horas extra o que pasen por alto los días de descanso. El desconocimiento de los derechos laborales y la necesidad de seguir trabajando, muchas veces obliga a que los jóvenes aguanten estas condiciones injustas.

La Revuelta 2

Trabajar de cajero y preguntar si desea agrandar el combo por $200 para comprar el desodorante, costear las fotocopias y abonar los intereses del crédito se ha convertido en una práctica común y habitual para estudiantes de IP, CFT o de cualquiera de las casi sesenta universidades del país. Los jóvenes que venden cafés más caros que una hora de su trabajo o los empaquetadores que pagan por poder trabajar son los mismos compañeros de carrera que corren para llegar a la hora y sentarse a tomar apuntes, esperando titularse luego para no enfrentarse nuevamente a esas indignas condiciones.

Y es lamentable, porque finalmente ¿qué y quién les asegura que en un futuro sus condiciones laborales mejorarán, su calidad de vida mejorará? En realidad, lo que podemos ver es que hay un círculo de desigualdad y precariedad que sigue y sigue. Quienes vienen de familias de escasos recursos van a colegios acordes a su plata, es decir, municipales y subvencionados baratos. Estos proporcionan una preparación precaria que sumado a una PSU que mide billeteras, empuja a muchos a estudiar en CFT, IP y Universidades cuya calidad no está garantizada, pero sí te aseguran  aranceles caros y deudas. Eso nos lleva a estudiar y trabajar para solventar gastos, y lo hacemos en pegas donde pagan poco y nos tratan mal. Y finalmente una vez que salimos, nos enfrentamos a un mercado del trabajo que nos discrimina… y así, y así. 

Radiografía del estudiante trabajador
Radiografía del estudiante trabajador