Por Gavin Kelly
Publicada originalmente en www.gavinkellyblog.com.
(La presente columna corresponde a una traducción libre del escrito original de Gavin Kelly, y que parece pertinente a la luz de diversas noticias y artículos en los que cada cierto tiempo se vaticina la inminente supresión masiva de empleos por parte de nuevas máquinas. Chile no está ausente en este debate, y particularmente se ha señalado a la minería del cobre como el sector en el que este fenómeno se hará presente más pronto. El tema es de suma relevancia, ya que comprender las tendencias mundiales en cuanto a la robotización y maquinización de ciertas funciones permitirá a las organizaciones sindicales proyectar exitosamente una política de defensa de los intereses de los trabajadores ante los avances del capital.)
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Se dice que vivimos cada vez más en el mundo de la “post-verdad”, en el que una estadística llamativa puede ganar su propio impulso y dar forma al debate público, independientemente de sus previsiones o incluso de la intención original de su autor.
Así ha ocurrido con el tema del auge de los robots y el futuro del trabajo. Se ha convertido en un pilar del discurso público que el mundo del trabajo está pronto a ser radicalmente transformado por una ola de tecnología robótica destruye-trabajos. El dato asesino que destila esta amenaza es el tan repetido hallazgo de que el 47% de los puestos de trabajo en la economía de EE.UU. corren el riesgo de ser automatizados en la próxima década o en la siguiente. Estudios relacionados indican que en la OCDE el 57% de los puestos están en riesgo, y más aún en las economías emergentes. Así que aférrate bien a tu trabajo.
Políticos, líderes empresariales y algunas de nuestras instituciones económicas más respetadas han repetido o replicado de diferentes maneras estas conclusiones apocalípticas. Nuestros medios de comunicación dan la vuelta sobre estos hallazgos con un apetito casi insaciable por las formas en las que los seres humanos están destinados a volverse chatarra a medida que pierden en la competencia contra las máquinas. Artículos que miran al futuro especulan sobre cómo todos le encontraremos sentido a las cosas cuando se acabe el trabajo. Los seminarios para diseñar un Estado de Bienestar adecuado para un «mundo post-trabajo» están de moda.
Sin embargo, los observadores experimentados de la evolución de los mercados de trabajo tienden a asombrarse ante las afirmaciones grandilocuentes sobre la desaparición del trabajo en grandes sectores de la economía. Y son aún más escépticos cuando se trata de lo que parecen como estimaciones absurdamente precisas de cuántos puestos de trabajo es probable que se automaticen algunas décadas más adelante.
Ahora este escepticismo ha tomado forma concreta en un estudio importante, aunque predeciblemente poco difundido de la OCDE. El estudio reproduce gran parte del informe original (y, hay que decirlo, provocador) de Carl Frey y Michael Osborne, que habla del “47% de trabajos en peligro», pero moderando algunos de sus supuestos centrales.
En lugar de evaluar el riesgo de que toda una ocupación sea sustituida por máquinas inteligentes, los autores de la OCDE examinan más detalladamente el conjunto de tareas que conforman los diferentes empleos, teniendo en cuenta la capacidad de automatización de cada uno de ellos. El punto es que incluso dentro de las ocupaciones que parecen estar maduras para el reemplazo tecnológico –como contabilidad o ventas al por menor– hay mucho trabajo no rutinario que resultará muy difícil de mecanizar en un futuro cercano.
Este enfoque más acucioso hace caer la estimación de puestos de trabajo en riesgo en los EE.UU., que pasa del 47% al 9% (el 9% es también la media de la OCDE). Aunque la cifra sigue siendo significativa, su descenso es radical. Incluso más, los autores sugieren que es probable que sus cifras sean una sobreestimación de las pérdidas reales de puestos de trabajo, en parte debido a la lentitud de muchos lugares de trabajo para aplicar nuevas tecnologías de ahorro de mano de obra, en parte porque los trabajadores que realizan tareas amenazadas a menudo encuentran formas de adaptar su papel para complementar a las máquinas inteligentes, pero también porque habrá algunos beneficios compensatorios para el empleo: nuevos puestos de trabajo se crearán debido a la demanda de tecnología innovadora, y las reducciones de precios inducidas por la tecnología significan que los consumidores tendrán más ingresos disponibles para gastar en otras cosas.
La respuesta correcta a todo esto no es dar un suspiro de alivio mientras pasamos de creer que sólo uno de cada diez empleos está en riesgo en lugar de uno de cada dos. Otros estudios seguramente vendrán junto con nuevas estimaciones. La lección es que debemos ser muy cautelosos con todas estas afirmaciones –especialmente con las que aparecen en titulares exagerados y pomposos– e interrogar minuciosamente las suposiciones subyacentes.
Nada de esto quiere decir que la aparición de máquinas inteligentes no transformará todo tipo de patrones de trabajo, incluso en ocupaciones profesionales y administrativas previamente protegidas. Sería muy sorprendente si no lo hicieran: cada fase del desarrollo capitalista está asociada con nuevas tecnologías que gatillan la aparición y desaparición de distintos roles en el espacio de trabajo.
La pregunta es si esta vez será tan diferente. ¿Será esta era de sorprendentemente bajo crecimiento en la productividad la precursora de los grandes avances tecnológicos que eclipsarán todo lo que hemos visto antes en términos de su impacto en el empleo? Tal vez. Ninguno de nosotros puede saberlo. Pero, como muestra la OCDE, es difícil llegar a ese tipo de conclusiones basándose en las pruebas disponibles.Por ahora, el Reino Unido sigue siendo una nación abundante en trabajos. El empleo está en un nivel récord y la falta de trabajo es menos problemática de lo que ha sido durante toda una generación. Sin embargo, hay muchas cuestiones que nos preocupan: la baja inversión, baja productividad, los salarios estancados, o la baja calificación, solo por nombrar algunas. Por supuesto, nada de esto llama tanto la atención en comparación a una historia sobre cómo la marcha de las máquinas está destinada a volver obsoletos a los humanos. Pero, al menos por ahora, los problemas señalados son más reales.