¿Podrían los controles de precios estratégicos ayudar a combatir la inflación?

Isabella Weber.

Traducción libre de la versión original publicada en The Guardian.

La presente columna fue publicada el 29 de Diciembre del 2021 por Isabella Weber, Doctora en Economía de la New School for Social Research, Doctora en Estudios del Desarrollo de la Universidad de Cambridge, Profesora adjunta de economía en la Universidad de Massachusetts Amherst y autora de How China Escaped Shock Therapy. Desde CIPSTRA hemos hecho el esfuerzo de traducir esta columna para contribuir a la discusión sobre la inflación y su efecto sobre los salarios de la clase trabajadora en perspectiva histórica. Advertimos que la columna debe leerse con una mirada crítica, entendiendo que ésta apunta al control inflacionario en países industrializados durante los últimos meses de recrudecimiento de la pandemia. No obstante, la irrupción de la guerra en Ucrania y la intensificación de los «cuellos de botellas» en las cadenas globales de suministros, con consecuencias palpables en la carestía de bienes de primera necesidad en la economía chilena, le dan un nuevo sentido a estas ideas. El control transitorio de precios estratégicos propuesto por Weber nos entrega una prescripción de política económica, pragmática y realista, anclada en la evidencia histórica de que, a diferencia de lo que sostiene la mitología neoliberal, la planificación económica es una herramienta central en la gestión de las crisis que puede evitar que los costos sean pagados íntegramente por los trabajadores.

La inflación se acerca al máximo de los últimos 40 años. Los bancos centrales alrededor del mundo han prometido intervenir. Sin embargo, el factor critico que está aumentando los precios continúa siendo ignorado: una explosión de las utilidades. En el 2021, los márgenes de ganancia no financieros han alcanzado niveles nunca vistos en el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial. Esto no es una coincidencia. El fin de la guerra requirió un proceso acelerado de restructuración de la producción que creó cuellos de botella similares a los causados por la pandemia. Entonces y ahora, las grandes corporaciones con poder de mercado usaron los problemas de oferta como una oportunidad para aumentar los precios y obtener ganancias extraordinarias. Para enfrentar esta coyuntura, la Reserva Federal de los EEUU ha dado un giro de 180 grados hacía una política monetaria contractiva. No obstante, esto no arreglará los cuellos de botella en las cadenas de suministro. Lo que necesitamos, es una conversación seria sobre el control estratégico de los precios al igual que en el periodo que siguió a la posguerra.

En la actualidad, los economistas se dividen en dos bandos sobre la cuestión de la inflación: el equipo Transitorio sostiene que no debemos preocuparnos por la inflación, ya que pronto desaparecerá. El equipo de la Estanflación aboga por la contención fiscal y la subida de los tipos de interés. Pero hay una tercera opción: el gobierno podría apuntar a los precios específicos que impulsan la inflación en lugar de pasar a la austeridad, que implica el riesgo de una recesión.

Utilizando una metáfora: si tu casa está en llamas, no querrás esperar a que el fuego se apague. Tampoco desearías destruir la casa inundándola. Un bombero hábil apagaría el fuego donde está ardiendo para evitar el contagio y salvar la casa. La historia nos enseña que un enfoque así de específico también es posible para el aumento de los precios.

El Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca sugiere que la mejor analogía histórica para la inflación de hoy es precisamente el periodo de la posguerra. Tanto entonces como hoy en día, la demanda agregada se encontraba reprimida gracias al elevado ahorro de los hogares. Esto ocurrió porque durante la guerra los ingresos aumentaron de la mano del racionamiento. Durante la crisis del Covid-19 esto se ha expresado en las transferencias monetarias directas a los hogares y las cuarentenas. En ambas coyunturas, las cadenas globales de suministros se vieron interrumpidas. Sin embargo, la interpretación paralela entre ambos episodios históricos que los asesores de la Casa Blanca silencian es que durante la posguerra el problema inflacionario no fue un callejón sin salida. 

Durante la Segunda Guerra Mundial la administración Roosevelt impuso estrictos controles de precios y fundó la Oficina de Administración de Precios. En comparación con la Primera Guerra Mundial, el aumento de precios fue bajo mientras que el crecimiento económico fue más allá de la imaginación. Después de la guerra, la pregunta fue qué hacer con los controles de precios. ¿Deberían ser levantados en un gran big bang como los Demócratas del Sur, los Republicanos y el gran empresariado sugerían? ¿O los controles de precios podrían tener un rol que jugar en la transición a la economía de posguerra?

Algunos de los más distinguidos economistas Estadounidense del Siglo XX hicieron un llamado abierto por la continuación de los controles de precios en el New York Times. Paul Samuelson, Irving Fisher, Frank Knight, Simon Kuznets, Paul Sweezy y Wesley Mitchell, así como 11 expresidentes de la American Economic Association. Las razones esgrimidas por estos economistas para sostener los controles de precios, también aplican para la coyuntura presente.

Su principal argumento era que mientras los cuellos de botella hicieran imposible que la oferta pudiera alcanzar a la demanda, los controles de precios de bienes y servicios estratégicos debían continuar para prevenir la escalada de los precios. El “zar” del control de precios durante la segunda guerra mundial, John Kenneth Galbraith, se sumo a estas demandas.  Explicó que “el rol del control de precios” debía ser “estratégico”. “No será una medida que detendrá las presiones inflacionarias de fondo”, señaló, “pero establecerá las bases y permitirá ganar tiempo para implementar las medidas que lo harán”.

El presidente Truman estaba consciente de los riesgos de terminar con los controles de precios. El 30 de Octubre de 1945, advirtió que después de la primera guerra mundial los EEUU “simplemente levantaron algunos de los controles de precios establecidos y dejaron a la naturaleza tomar su curso”. Y argumentó: “El resultado debería entregarnos una lección. Un espiral ascendente de los salarios y del costo de la vida que terminó en la recesión de 1920 – una que propagó la bancarrota, el cierre de empresas y el desempleo a través de la nación.” Sin embargo, los controles de precios fueron levantados en 1946, gatillando una nueva inflación, seguida de un ciclo de auge y caída.

Hoy en día, nos hemos enfrentado una vez más a la elección de tolerar una explosión de las ganancias que aumentan los precios, o de controles de precios estratégicos en artículos específicos. El control de precios permitiría comprar el tiempo para lidiar con los cuellos de botella que se sostendrán en la medida que la pandemia continue. El control estratégico de precios puede contribuir a la estabilidad monetaria necesaria para movilizar las inversiones públicas hacia la resiliencia económica, la mitigación del cambio climático y la neutralidad de emisiones de carbono. El costo de esperar por la inflación es siempre demasiado alto. El retiro del Senador Manchin del paquete de medidas para la reactivación de los EEUU Build Back Better Act, demuestra la amenaza de un espacio político cada vez más reducido precisamente en el momento en que una acción gubernamental de gran escala se hace más necesaria. La austeridad puede ser aún peor: se corre el riesgo de fabricar la estanflación.

Necesitamos una consideración sistemática de los controles de precios estratégicos como herramienta en una respuesta política amplia ante los enormes desafíos macroeconómicos, en lugar de pretender que no hay alternativa más allá de la espera o la austeridad.